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Lucía Sánchez Saornil, una anarquista y feminista en la Guerra civil española [Reseña]

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Lucía Sánchez Saornil, una anarquista y feminista en la Guerra civil española1

Una densa y completa biografía sobre Lucía Sánchez Saornil ha sido publicada por Michela Cimbalo, doctora por la Universidad Federico II de Nápoles, gracias a haber obtenido el premio Vinka Kitarovic de la Universidad degli Studi de Boloña2. Después de un primer trabajo realizado sobre la organización anarcofeminista Mujeres Libres3, como explica la autora en la introducción, se apasionó de la figura poliédrica y original de su fundadora y decidió ir adelante con su biografía a pesar de la escasa documentación existente. Su objetivo ha sido reseguir todos los trazos dispersos de la vida y de las múltiples actividades de Lucía Sánchez Saornil. Gracias a la diversificación de documentos utilizados, muchos de ellos inéditos, como los padrones municipales, las actas de nacimiento y de defunción del registro civil, los fascículos judiciales, las fuentes de policía de diversos países, los materiales de organizaciones políticas, la correspondencia con algunas personalidades anarquistas y finalmente los testimonios orales familiares ha podido ir reconstruyendo paso a paso las etapas de esta vida intensa y comprometida.

La historiografía ha profundizado más en la organización Mujeres Libres y en su revista homónima4. Sin embargo, se conoce menos la biografía de sus fundadoras, de la escritora Mercedes Comaposada y de la poeta y escritora Lucía Sánchez Saornil. De la primera todavía se tiene que escribir su biografía, de la segunda gracias a este espléndido trabajo se cubre el vacío historiográfico que todavía existía. Sin embargo, es necesario recordar la aproximación biográfica, realizada anteriormente por la militante y estudiosa del movimiento anarquista Antonia Fontanillas, basada fundamentalmente en testimonios orales, en dónde se añadía una selección de sus artículos publicados en los años treinta5.

El libro inicia con su origen y formación en la Madrid de final del siglo XIX, dónde Lucía nació en diciembre de 1895, en el seno de una familia de inmigrantes campesinos provenientes de un pequeño pueblo, Posal de Gallinas (Valladolid). Segunda de cuatro hermanos, de los que sobrevivieron ella y su hermana menor Concepción. También la madre murió cuando Lucía tenía doce años. Su instrucción fue escasa, como era habitual en las familias desfavorecidas económicamente y aunque pudo frecuentar algún año el instituto de beneficencia “Centro de Hijos de Madrid”, su afán de cultura la llevó a ser una autodidacta. Siguió lecciones de pintura en la Escuela de Bellas Artes de Madrid, aunque la autora no ha encontrado su inscripción en los registros. A los 18 años empezó a escribir y a publicar sus poesías demostrando su sensibilidad y capacidad literaria. En estos años su tema principal era el amor, el deseo y la pasión, utilizando a menudo el pseudónimo masculino “Luciano de San Saor”. El hecho que alguna vez con la misma poesía publicada en otras revistas firmase con su nombre auténtico lleva a Michela Cimbalo a pensar que Lucía jugase con varias identidades, que usó de forma alternada a lo largo de los años diez y veinte. Una voz poética que deseaba escapar de los géneros definidos y que se presentaba voluntariamente de forma ambigua. Para la autora, la joven Lucía hubiera podido vivir con diversas contradicciones que explican sus dificultades en mostrarse con una identidad definida. Por un lado, era la única mujer en el grupo de artistas de vanguardia del inicio del siglo y la actividad literaria era considerada socialmente masculina. Por otro, vivía una atracción por su propio sexo, tema que tenía que esconder al ser castigado socialmente. Su conflicto con las normas sociales podía llevarla a la dificultad de definir claramente su pertenencia a un género.

Lucía Sánchez Saornil en 1933. Fuente: Wikimedia

La sociedad española después del conflicto de la I Guerra Mundial tenía necesidad de renovación y de cambio, también cultural. El movimiento ultraísta aspiraba a superar la tradición y los valores del pasado, uniendo elementos del futurismo, del dadaísmo, del cubismo y del creacionismo. La incorporación de Lucía a las vanguardias literarias fue activa y entusiasta. Su participación en el movimiento ultraísta ha sido profundizado en el estudio de Rosa Mª Martín Casamitjana6. La revista “Los Quijotes”, en donde colaboraba Lucía, se unió a esta nueva corriente. También la poesía de nuestra protagonista se transformó en este momento, participando en la revista “V-ltra” (1921), que representó una revolución en el panorama de las publicaciones literarias españolas. La extracción proletaria de Lucía la diferenciaba de la mayoría de los escritores, sin embargo no fue un impedimento para conquistar un espacio destacado entre ellos y ser plenamente integrada. En los años treinta, nuestra protagonista se alejó de los ambientes literarios, para dedicarse plenamente a la militancia política. Para ella, los vanguardistas hacían discursos de salón y abstractas elucubraciones intelectuales. Su compromiso con los periódicos anarquistas fue menos literaria y más política. Su pseudónimo masculino fue definitivamente abandonado, prefiriendo utilizar su nombre, aunque la mayoría de veces escribió de forma anónima.

En 1916, con veinte años, había empezado a trabajar en la Compañía Telefónica de Madrid, símbolo de la modernidad y de las nuevas tecnologías. Era una profesión abierta a las mujeres de la clase media, a las “señoritas” y las trabajadoras tenían que vestirse de forma presentable. Según la autora, la encargada le había llamado la atención por no llevar sombrero. El trabajo era duro, sin interrupciones, sin descanso dominical y realizado con una rígida disciplina. Para mejorar las condiciones de trabajo se realizó una reunión sindical en el año 1919, impulsada por los trabajadores telegrafistas varones. Fue la única mujer presente en una reunión de 500 asistentes. A diferencia de otras ciudades las telefonistas madrileñas no se sumaron a la huelga nacional. El dictador Primo de Rivera concedió en monopolio la Compañía Telefónica Nacional de España a la estadunidense International Telephone and Telegraphic (ITT) en 1924, lo que repercutió directamente en el trabajo de las telefonistas. Como explicaba el trabajo de Cristina Borderías7, se hicieron cursos para racionalizar el trabajo e imponer el taylorismo. Cada fase del trabajo –respuesta, diálogo con cliente, establecimiento de conexión- venía controlado por cronómetro, los tiempos venían predefinidos por los técnicos estadunidenses. El resultado repercutía en el salario y las posibilidades de hacer carrera. No se podía alzar la voz, no se podía llegar con retraso, estableciéndose castigos para la trabajadora que osara hacerlo. La sustitución del personal masculino por el femenino era un emblema de modernización y así se presentaba por la nueva compañía. Aunque el salario femenino era la mitad del masculino. A finales de 1926 la red telefónica pasó del sistema manual al automatizado. Se tuvo que preparar al personal con cursos especiales. El ritmo se intensificó y también los castigos. Llegar dos minutos tarde al trabajo significaba dos horas más de trabajo. Las trabajadoras con una edad avanzada no pudieron reciclarse y se produjeron muchos despidos. Se extendió el descontento entre el personal y empezaron las protestas. Las que se significaron fueron despedidas o transferidas a otra ciudad. Lucía fue enviada a trabajar a Valencia en 1927 y finalmente despedida en 1931. Con la proclamación de la República, la CNT promovió una importante huelga de la Telefónica a nivel nacional durante el verano de 1931. El conflicto se transformó en un enfrentamiento entre la CNT y el Gobierno republicano, que se situó abiertamente en defensa de la empresa y clausuró los locales del Sindicato deteniendo a sus militantes. Lucía participó en las protestas siendo detenida en Madrid. La huelga no tuvo el resultado positivo que se esperaba. Nuestra protagonista, como otros trabajadores huelguistas, no fue readmitida hasta 1936 con el inicio de la guerra civil.

Su significación como sindicalista en la Compañía Telefónica le llevó a un progresivo compromiso militante con el sindicato anarcosindicalista y con los periódicos anarquistas que surgieron bajo la legalidad de la República. Trabajó como secretaria administrativa con la Federación Nacional de la Industria Ferroviaria (CNT) en Madrid. También fue nombrada redactora del diario “CNT”, órgano nacional del sindicato en 1933, siendo la única mujer presente. Colaboraba en diversos periódicos anarquistas como “El Libertario” de Madrid, “Solidaridad Obrera” de Barcelona, “Avance marino”, órgano del Sindicato de Pescadores (CNT) del País Vasco. Al mismo tiempo, actuó como oradora y propagandista a cargo del sindicato. La Federación local de CNT de Madrid le encargó actividades de instrucción primaria para trabajadores y trabajadoras a partir de 1933, importante tarea que le marcó en su decisión de organizar formación específicamente femenina y posteriormente en crear la revista y la organización Mujeres Libres.

Sus escritos eran agudos y críticos, encarando la defensa del trabajo asalariado femenino en igualdad de condiciones con el masculino y tutelado por las organizaciones de clase. Rechazaba el discurso de la inferioridad de la mujer como explicación para mantener la subordinación femenina. También criticaba la teoría de la diferenciación sexual del médico Gregorio Marañón, en boga en los años treinta, como un determinismo biológico, que tenía como objetivo exaltar la maternidad. Lucía destacó por su manera original de defender la liberación femenina conjuntamente con el anarquismo. Para ella la emancipación de las mujeres sólo se podría hacer realidad a través un proceso de autodeterminación y de transformación social. Por ello defendió la total autonomía femenina, denunciando el sexismo de los compañeros varones. Impulsó, con la ayuda de Mercedes Comaposada, un órgano de prensa femenino independiente, la revista “Mujeres Libres”, escrita sólo por mujeres. La publicación, que vio luz el mes de mayo de 1936, estaba dirigida a aumentar la conciencia política y la instrucción de todas las mujeres españolas en general, no solamente anarquistas.

En las primeras semanas de la Guerra civil, el grupo fundador de la revista “Mujeres Libres”, que ya había publicado tres números, se planteó crear una organización nacional, uniéndose a los grupos femeninos específicos que ya existían en el movimiento anarquista. En Barcelona, el Grupo Cultural Femenino (CNT) existente desde 1935 se transformó en sección local de la organización Mujeres Libres a finales de setiembre de 1936. Pronto se crearon otras secciones en diversas partes del territorio español, hasta contar con 115 grupos y unas 20.000 afiliadas. El objetivo de Mujeres Libres era liberar a la mujer de la subordinación a la cual se veía sometida, como asalariada y como mujer. Esta doble lucha la distinguía de las otras organizaciones femeninas existentes durante la Guerra civil. Centrarse en la instrucción y en la superación del analfabetismo tan presente en las mujeres de aquella época era fundamental. Con este objetivo se crearán Institutos en Madrid, Barcelona y Valencia ofreciendo desde lecciones de educación elemental, científica y humanística hasta preparación profesional y técnica. Lucía multiplicó su actividad no sólo inspirando la nueva organización y la revista, que redactaba con editoriales y artículos casi siempre anónimos sino también continuó con la redacción del diario “CNT”, actuando como repórter de guerra, siguiendo en prima línea el desarrollo del conflicto bélico así como las realizaciones de la revolución, que surgieron paralelamente en la retaguardia transformando la organización social. Recuperó la poesía en este contexto, y con un lenguaje simple y directo dio expresión a los sentimientos y preocupaciones emergentes con la insurrección militar. Como por ejemplo, la poesía titulada “Madrid, Madrid, mi Madrid”, exaltación de la acción de la mujer en la defensa de la capital.

Fotografía del carné de la CNT de Lucía Sánchez Saornil. Fuente. InfoLibre.

A finales de abril de 1937, Lucía se trasladó a vivir a Valencia. Para la autora, este hecho fue un duro contraste con la realidad de Madrid asediada por los franquistas. En esta ciudad se ocupó de la vice dirección de la revista semanal “Umbral”, creada por la CNT nacional en julio de 1937. Era una revista vanguardista por sus ilustraciones, en la que contribuían artistas conocidos como Manuel Monleón, autor de originales fotomontajes. Aquí colaboró con reportajes sobre las colectivizaciones industriales y agrícolas, el trabajo cotidiano en el campo, la Casa de la maternidad de Vélez Rubio (Almería), así como la experiencia pedagógica del CENU en Cataluña con entrevistas a sus protagonistas y acompañado de un abundante aparato fotográfico. En esta ciudad, conoció la que sería la compañera de su vida, América Barroso, “Mery”, secretaria de dirección de la revista “Umbral”. Mery, como su hermana Irene, se dedicaba paralelamente al teatro, recitando obras en apoyo del frente republicano. A partir de este encuentro, Mery se dedicó más al compromiso militante al lado de Lucía colaborando con la organización Mujeres Libres y con Solidaridad Internacional Antifascista (SIA).

Esta última organización fue creada por la CNT a finales de mayo de 1937 para gestionar las ayudas provenientes del extranjero y crear una estructura dedicada a la actividad asistencial y de solidaridad en el territorio republicano. La historiografía no ha estudiado todavía de forma detallada la organización de SIA española a pesar de su importancia. La autora hace una buena aportación de esta etapa bastante desconocida de la biografiada, basada en fuentes originales de los archivos de CNT existentes en la Fundación Anselmo Lorenzo de Madrid. Gracias a ellos sabemos que fueron escogidos tres representantes encargados de llevar a cabo este proyecto. Lucía Sánchez Saornil era una de las elegidas junto a Pedro Herrera (militante de la FAI) y Rafael Monteagudo (de las Juventudes Libertarias). La nueva organización recibió el apoyo inmediato de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT), encargándose de recoger ayudas económicas internacionales para la revolución española. SIA venía a ser una organización paralela al Socorro Rojo, influenciada por el Partido comunista, que desarrollaba desde hacía tiempo una importante labor asistencial, distribuyendo víveres, medicinas y otros bienes entre la población. SIA, como remarca la autora, dedicó una atención especial a la creación de colonias infantiles, agrupando los niños refugiados evacuados de zonas de combate o huérfanos de guerra. En enero de 1938, el consejo nacional de SIA se trasladó a Barcelona, en dónde se había instalado el gobierno republicano, por ello Lucía y Mery se establecieron en esta ciudad. Cuando meses más tarde Pedro Herrera dimitió de secretario del consejo general, la CNT propuso a Lucía de ocupar su lugar. Existieron tensiones entre CNT y SIA, cuando el gobierno republicano creó un Comité de Ayuda a España en julio de 1938 y la CNT entró a formar parte desautorizando las funciones de SIA. El conflicto se resolvió gracias a que el nuevo Comité tardó en ser organizado lo que permitió a SIA española continuar con sus contactos. Emma Goldman, uno de los apoyos decididos, creó la sección inglesa de SIA a partir de noviembre de 1937. Otras secciones muy activas fueron las de Suecia, Francia y Estados Unidos, especialmente.

Gracias a la intensa correspondencia que Lucía mantuvo con Emma Goldman y con John Andersson (secretario de la sección sueca y también de la AIT), consultada por la autora y conservada en el Internacional Institute of Social History de Amsterdam, podemos reseguir la actividad de Lucía y de SIA española en los difíciles momentos del final de la guerra. El papel que esta organización tuvo en este momento era un tema muy poco conocido, relevándose esencial al ofrecer un lugar para dormir y alimentación a los prófugos que llegaban en masa. También, en el momento de la caída de Cataluña en manos franquistas, SIA fue fundamental por el esfuerzo realizado ante los refugiados españoles, instalándose en Perpiñán y distribuyendo las ayudas internacionales que recibía entre los internados en los campos de concentración. También ayudó a planificar evasiones, facilitando documentación falsa y dinero para las fugas. Al mismo tiempo, actuó como red de solidaridad y apoyo a militantes perseguidos, que debían vivir en la clandestinidad. En París, Lucía desarrolló su papel de secretaria general, junto con Mateo Baruta y su compañera Cristina Kon, con la protección de la SIA francesa. También publicó en la revista “SIA” francesa, en la sección “España expatriada”, acusando a las democracias europeas de no haber sido más decididos en su ayuda a la República española y de haber contemporizado con el gobierno de Hitler. Con el estallido de la guerra y la invasión de los alemanes en Francia, la policía francesa, colaboracionista de Vichy, persiguió SIA y sus miembros destacados. Lucía y Mery dejaron París, para instalarse en Orleans. Desde esta ciudad continuaron con su trabajo de coordinar a los militantes dispersos y publicaron la revista “España expatriada”, con colaboraciones anónimas dada la difícil situación. Se denunciaban las persecuciones del franquismo y las condiciones extremas de las prisiones. También se daba noticia de las depuraciones realizadas por la administración y los fusilamientos de miles de republicanos. Ante el rápido avance de las tropas alemanas, escaparon de nuevo y se instalaron en Montauban, donde se instauró también una parte del régimen de Vichy.

En esta centro Lucía y Mery vivieron aproximadamente un año y medio. La documentación policial recogida por la autora, demuestra que fueron vigiladas por la policía de Vichy por actividades subversivas y finalmente detenidas. También lo fueron todos los militantes colaboradores de su entorno. En la primavera de 1942 las dos militantes decidieron volver a España, escapando de las investigaciones policiales. Pasaron la frontera con documentos falsos. Se instalaron en Madrid con la familia de Lucía, el padre y la hermana. Gracias a las fuentes usadas por Cimbalo, sabemos que sobrevivieron haciendo diversos trabajos a domicilio, como por ejemplo confeccionando redecillas para el pelo. Arriesgaban la vida en todo momento, ya que podían ser denunciadas por sus actividades anteriores. Sin embargo, no entraron en clandestinidad con documentos falsos. Lucía era la cabeza de la familia y se encontraba a cargo de sus familiares. Durante estos años, hizo una vida sin exponerse públicamente, aunque según testimonios orales volvió a conectar con personas de confianza para reprender la actividad política. Se planteó una reorganización de Mujeres Libres con fines asistenciales y de solidaridad, para ayudar a los detenidos, a sus familias y a los perseguidos. Alguna de las promotoras fue detenida por lo que los grupos se formaban y deshacían frecuentemente. Como señala Ángel Herrerín López el sindicato anarcosindicalista reorganizado, tuvo un notable crecimiento entre 1945 y 19478. A finales de 1947, la policía detuvo a los componentes del Comité nacional, a los de la tipografía clandestina en donde se publicaban los periódicos y se hizo con los archivos de la organización. La CNT decidió trasladar la sede de sus publicaciones a Valencia, estableciéndose en esta ciudad. También Lucía y Mery abandonaron Madrid a principios de 1948 con toda la familia Sánchez Saornil y se trasladaron a Valencia, dónde vivía la familia de Mery.

La situación no era fácil tampoco en esta ciudad. Dos hermanos de Mery Barroso habían sido detenidos y encarcelados. Para sobrevivir tuvieron que inventarse un trabajo de representantes de géneros de punto, que revendían a los negocios. También realizaron trabajos de colaboración doméstica. Hasta los años cincuenta no estabilizaron el sustento. Mery, que había nacido en Argentina, inició a trabajar como administrativa en el Consulado de este país y Lucía desarrolló su capacidad pictórica y empezó a pintar abanicos y baldosas de cerámica, así como cuadros por encargo. Gracias al testimonio oral de la familia Barroso, sabemos que Lucía fue aceptada por la familia de Mery como una más, aunque su relación sentimental se mantuvo en la clandestinidad. Cimbalo contextualiza cómo la homosexualidad era condenada socialmente, siendo además un delito penal perseguido por el franquismo.

En Valencia, Lucía retomó sus contactos con grupos de artistas e intelectuales que se reunían periódicamente en su casa. También con algunas compañeras de Mujeres Libres de esta ciudad, que había frecuentado durante la guerra. El estudio pormenorizado conducido por la autora, tiene que aceptar el hecho que no se conoce si tuvo actividad política clandestina en estos años. Volvió a escribir poesía como expresión intima de sus profundas reflexiones. En 1955 publicó en “Estrofa”, una revista de Burgos, la poesía “Quiero en mi ley cumplirme”, con una clara afirmación de libertad y rechazo a las imposiciones externas. También dejó inédito un libro de poesías titulado “Siempre puede volver la esperanza”, que recogían el estado de ánimo de sus últimos años. Era consciente de la derrota política pero al mismo tiempo demostraba una fe inquebrantable en sus propios ideales y sueños. Nos refiere Cimbalo que con cierta tristeza Lucía se daba cuenta de su aislamiento, mientras fuera de su entorno la vida continuaba y nuevas esperanzas nacían para otras generaciones. Lucía Sánchez Saornil murió en junio de 1970 en Valencia con 74 años. En su tumba Mery hizo escribir un fragmento de una de sus poesías: “pero… ¿es verdad que la esperanza ha muerto?”. En esta poesía ella misma daba una respuesta vital y positiva: “Vuela, volamos,/ ¿Hacia donde?/ ¡Oh! No importa, no importa./ El mundo es todavía hermoso. /¡Siempre puede volver la esperanza!”9.

En conclusión, nos encontramos ante un estudio detallado, en dónde Michela Cimbalo ha descrito con mucha atención las diversas etapas vitales de esta importante militante anarcofeminista, que unió el ideal político a la poesía, la instrucción a la solidaridad dentro y fuera del movimiento anarquista. Se puede afirmar con tranquilidad que este libro, que esperamos se traduzca pronto al castellano, representa un auténtico avance en la historiografía sobre la participación femenina en el movimiento anarquista y sobre el importante papel de una de sus más significativas militantes, que quiso estar siempre en la sombra rechazando el protagonismo personal a favor de una acción colectiva y paritaria.

Eulàlia Vega

Notas

1 Una primera versión de esta reseña ha sido publicado por la revista “Spagna contemporánea”, Torino, n. 58, 2020, pp. 208-215.
2 Michela Cimbalo, Ho sempre detto noi. Lucía Sánchez Saornil, femminista e anarchica nella Spagna della Guerra Civile, Roma, Viella, 2020, pp. 383.
3 Ibíd., Mujeres Libres: un’esperienza di autodeterminazzione femminile nella Spagna degli anni Trenta, “La Camara Blu”, 6, 2012, pp. 46-62.
4 Desde el estudio pionero de Mary Nash, Mujeres Libres: España 1936-1939, Barcelona, Tusquets, 1975, pasando por el de Martha Ackelsberg, Mujeres libres: el anarquismo y la lucha por la emancipación de las mujeres, Madrid, Virus, 1999, hasta el trabajo específico sobre la revista de Jesús Maria Montero Barrado, Anarcofeminismo en España. La revista Mujeres Libres antes de la Guerra civil, Madrid, Fundación Anselmo Lorenzo, 2003 y el más reciente de Laura Vicente, La revolución de las palabras. La revista Mujeres Libres, Granada, Comares, 2020.
5 Antonia Fontanillas Borràs; Pau Martínez Muñoz, Lucía Sánchez Saornil. Poeta, periodista y fundadora de Mujeres Libres, Madrid, LaMalatesta, 2014. La reseña apareció en su momento en “Ser histórico”.
6 Rosa Mª Martín Casamitjana, Lucía Sánchez Saornil. Poesia, Valencia, Pretextos-IVAM, 1996.
7 Cristina Borderías, Entre líneas. Trabajo e identidad femenina en la España contemporánea: La Compañía Telefónica, 1924-1980, Barcelona, Icaria, 1993.
8 Ángel Herrerín López, La CNT durante el franquismo. Clandestinidad y exilio (1939-1975), Madrid, Siglo XXI, 2004.
9 Michela Cimbalo, Ho sempre detto noi. Lucía Sánchez Saornil, op.cit, p. 367.


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